¡Crack! Sonó nuevamente. No era una ilusión, realmente esa barra de cristal se movió, y allí donde mi sangre estaba estampada, la extraña forma la absorbía hasta no quedar ni rastro de ella. Aparté las manos y escuché el crujir al cambiar su forma.
—¿Qué harás…? —silbó una lúgubre voz femenina—, Señora… Dama o, solo Carolina…
Ante mí quedó formado un dragón, una hembra dragón hecha de cristal.
—Soy protección, no dejaré que lastimes….
—Jamás lo haría, lo sabes.
—¿Lo sé? ¿Lo sabes? —preguntó mordaz.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué me lo impides?
—Daños… muerte… aún estás a tiempo.
La enorme cabeza baja, crujiendo en cada movimiento que realiza.
Veo a través de los enormes ojos de cristal, toda ella era sabiduría. Toda era misterio, reflejaba paz y a la vez incertidumbre.
—¿Qué eres?
—Hechizo.
—¿A quién proteges?
Tenía miedo de la respuesta.